La historia del científico tiene muchas versiones, pero lo que leerás esta noche te dejará particularmente atormentado y con mucho insomnio. En esta ocasión hablaremos del científico Robert E. Cornish, cuya trayectoria como biólogo se convirtió en objeto de controversia durante los años 30, comencemos.
¿Quién es el científico loco?
Robert Cornish fue un biólogo y escritor estadounidense. Durante su infancia fue clasificado como niño prodigio y se graduó con honores de la Universidad de California a los 18 años y recibió un doctorado a los 22. Trabajó en varios proyectos, incluido uno que permite a los usuarios leer periódicos bajo el agua, mediante el uso de lentes especiales.
Específicamente en 1932 nació su interés por devolverle la vida a los muertos. La piedra angular consistió en montar un balancín, o un sube y baja que era utilizado para mantener la sangre de los pacientes muertos fluyendo. Mientras tanto, una mezcla de epinefrina y otros anticoagulantes era inyectada a los sistemas circulatorios de los mismos pacientes.
Proyecto Lázaro
Al principio, el científico loco comenzó a tener una obsesión con el tema de la resurrección y fue tomado en serio ya que era un científico respetado. La comunidad mostró aprobación por su planteamiento y algunos laboratorios le prestaron sus instalaciones para que pudiera llevar a cabo su investigación. Sus primeros experimentos fueron realizados en 3 perros; el primer paso fue en inyectar éter, una sustancia utilizada como anestésico. Por esta acción los perros morirían clínicamente y aquí es cuando empezaba la verdadera experimentación.
El biólogo teorizó que si el cuerpo se balanceaba cual columpio durante un tiempo determinado; junto con la aplicación de oxígeno y anticoagulantes, podía reanimar los cuerpos inertes de sus pacientes. Dos de los tres perros fueron reanimados exitosamente pero solo duró unos meses, presentaron daño cerebral significativo, así como alteraciones en su motricidad, ceguera y otras complicaciones. Cornish consideró esto como un éxito rotundo y quiso expandir sus experimentos a pruebas con humanos, un prisionero de la prisión estatal de San Quentin en California ofreció su cuerpo para ser reanimado después de su ejecución.
Lo que convirtió a Robert Cornish en un verdadero científico loco
Antes de comenzar el periodo de experimentación con humanos, el proyecto de Cornish fue cancelado por la universidad debido a la gran controversia que generó, además de las condiciones deplorables en las que se encontraban los animales después de su resurrección. Esto no lo detuvo, aún con su investigación cancelada, el jóven continuaba sus experimentos desde su hogar, aplicando sus conocimientos en cerdos; esto le ayudó en gran medida a Cornish debido a la similitud genética entre los cerdos y los humanos.
Lo anterior sucedió en año 1935, no fue hasta una década después que ahora sí empezó su interés por experimentar en humanos. El prisionero elegido de la prisión estatal de San Quentin fue Thomas McGonigle.
El final del científico loco
Los experimentos de Robert Cornish han quedado registrados pero en su tiempo le fue prohibido llevar a cabo sus investigaciones, gracias a que se sospechaba que el cadáver reanimado de Cornish podría continuar sus conductas delictivas en caso de que saliera libre después de haber resucitado, cosa que complicaba el procedimiento de las leyes. Finalmente, las autoridades de la Universidad de California rechazaron la solicitud y posteriormente, Cornish renunció al proyecto por la presión mediática que sufrió. Poco tiempo después, Robert Cornish fue sentenciado a pena de muerte, dentro de una cámara de gas el 20 de febrero de 1948. Sin embargo, su fallecimiento no fue oficialmente reconocido hasta el 8 de marzo de 1963.
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