Hay puertas que jamás deberían abrirse. Pero a veces, la curiosidad es más fuerte que el miedo… y las consecuencias pueden ser eternas.
En este relato de terror psicológico, descubrirás lo que ocurre cuando una habitación olvidada es invadida por quien no debía entrar.
La Puerta que Nadie Abrió
Durante mucho tiempo, viví en una casa antigua al sur de la ciudad. Tenía techos altos, puertas de madera maciza y un extraño silencio que, incluso de día, pesaba en el ambiente.
Pero había una habitación… una que nadie usaba.
Estaba al final del pasillo. Su puerta siempre permanecía cerrada. Y aunque nunca se hablaba de ella, todos en casa sabíamos que algo en su interior no estaba bien.
Una noche, mientras intentaba conciliar el sueño, escuché un sonido sordo: una puerta que se abría lentamente. Me incorporé en la cama, encendí la lámpara y escuché con atención.
Nada. Silencio absoluto.
Al día siguiente, le pregunté a mi abuela si alguien había abierto la puerta del fondo. Ella me miró seria y dijo:
—Esa puerta no se abre. Está sellada desde hace años.
La curiosidad pudo más que el miedo.
Esa noche, tomé una linterna y me acerqué al final del pasillo. La puerta… estaba entreabierta. Sentí un escalofrío recorrerme. Empujé suavemente.
Dentro, todo estaba cubierto por una densa capa de polvo. Pero sobre la cama, había algo que no esperaba encontrar: un espejo. Antiguo, agrietado… y con algo más.
Mi reflejo… no me seguía.
Me miraba directamente, con una sonrisa torcida que no era mía. Y entonces, escuché el susurro:
—Gracias… por dejarme salir.
Desde esa noche, ya no soy la misma.
Y a veces, cuando paso frente al espejo del baño… la sonrisa vuelve.
💀 ¿Te atreverías a abrir una puerta cerrada por años?
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