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Una historia de terror poco convencional. El necrófilo es bien conocido por sus malos actos provenientes de una convicción particularmente extraña. Sin embargo, no hay que descartarlos en que nadie queda exento de sufrir consecuencias, en este caso paranormales. 

El necrófilo 

Hace algunos años conseguí un trabajo como afanadora en un hospital y me habían asignado al área de cirugía para ayudar a la señora Delia debido a que era un área bastante ajetreada. Aunque rara vez descansamos, me había acostumbrado rápidamente al ritmo de trabajo, lo malo era que debíamos rotar turnos y por ende me tocaba una semana de día y otra de noche. La señora Delia y yo nos llevábamos de maravilla con el personal de ambos turnos, por eso se atrevieron a pedirnos que abriéramos el área de la morgue. Esa noche había ocurrido un fuerte accidente donde los involucrados eran unos jóvenes de entre 19 y 25 años. Al llegar pudimos ver cómo estaban bajando los cuerpos de los chicos que habían perdido la vida de camino al hospital, y uno de los camilleros tocó el pecho de una de las jovencitas que habían llegado, el otro camillero hizo un gesto de desaprobación pero no le dijo nada. Podía ver la lujuria en sus ojos y mientras el doctor firmaba el ingreso de los cuerpos, a ese canijo de Jaime le faltaban manos para tocar a las jovencitas muertas.

Fue hasta que el doctor volvió a verlo y muy enfurecido le pidió que se retirara del lugar. Yo me acerqué muy disimuladamente a bajarle la blusa que ese mal nacido le había subido para tocarla; la señora Delia me platicó que Jaime llevaba muchos años trabajando ahí, y que había ciertos rumores sobre extraños gustos de el hombre. 

La charla

-¿A qué se refiere con eso doña Delia?, le pregunté curiosa. 

—Mira hijita a mí no me hagas caso, pero por ahí cuentan las malas lenguas que ese desgraciado tiene intimidad con los pobres muertos. 

—Déjese de bromas doña Delia, eso es algo bien delicado, aparte si fuera cierto usted cree que lo tuvieran trabajando aquí? le respondí desconcertada.

—Pues por eso te digo, es lo que dice la gente, sepa Dios cuál será la verdad, pero a ese canijo lo tienen trabajando aquí porque su tío es el director del hospital, y ni quien le diga nada, aparte no se te hace raro que solo quiera turnos de noche? 

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Este condenado mañoso pide estos turnos para poder hacer sus fechorías sin que nadie lo pueda ver, el doctor de la noche solo viene cuando le avisan que llegaron cuerpos. 

Nos quedamos calladas cuando vimos que se acercaba el doctor Ramírez. 

—¿Todo bien chicas?, nos dijo con un tono amable. 

—Sí doctor, es solo que me dan nervios estar entre los muertitos.– respondió doña Delia. 

—Ja, ja, ja, pero señora Delia!!! lleva trabajando más de 15 años aquí en el hospital, ya debería de estar acostumbrada a todo esto. 

—No doctor, esto es algo a lo que yo no creo acostumbrarme nunca, mire nomás tan jóvenes, toda la vida por delante y vea nomás como terminaron. 

—Pues sí, lamentablemente la juventud de ahora vive una vida bastante apresurada, no miden los riesgos y ve ahí las consecuencias, y ellos gracias a Dios no quedaron tan mal. 

—Y a tí, ¿no te asusta estar tan cerca de los cadáveres?, me preguntó. 

—Ay doctor, para serle sincera, a mí me dan más miedo los vivos que los muertos, estos pobres, ya que me pueden hacer daño. 

—Te equivocas, hay cosas que la ciencia no ha podido explicar, en todos los años que llevo de carrera me han sorprendido infinidad de cosas que pueden hacer los muertos, te parecerá tonto, pero en una ocasión, me trajeron un cuerpo de una mujer que había sido secuestrada y torturada, lamentablemente cuando la encontraron presentaba un grado de rigidez bastante avanzado, yo era recién graduado así que mi inexperiencia hizo que me pusiera muy nervioso, a tal grado de no saber que hacer o por donde empezar y ya en mi desesperación llamé a uno de mis maestros de la facultad para que me auxiliara, y cuando llegó comenzó a hablarle al cuerpo como si estuviera viva. Le dijo que tenía que ayudarnos para que ella pudiera reencontrarse con su familia, fue entonces que la rigidez de su cuerpo comenzó a desaparecer y de esa manera pudimos manipularla con facilidad para hacerle la autopsia.

—Ay doctor pues ojalá un día de estos también le metan un estate quieto al mano larga de ese mentado Jaime. 

Hemos descubierto al necrófilo

El doctor solo sonrió y se dio la vuelta para comenzar a trabajar, nosotros hicimos lo mismo, tratábamos de hacer el menor ruido posible para no distraer al doctor, después de algunos minutos llegó la hora de nuestro descanso así que salimos a cenar algo.

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Estábamos terminando cuando se acerca Andrés, uno de los guardias de seguridad, para ver si teníamos un encendedor para prender su cigarro, le dijimos que no, y cuando estaba por irse, pasó Jaime por enfrente de nosotros fumando, a lo que yo le sugerí que se lo pidiera a él, pero Andrés se negó de inmediato, dijo que él jamás le pediría nada a ese monstruo, y al preguntarle por qué nos dijo:

-Hace 5 años entré a trabajar aquí al hospital y una de mis primeras guardias fue en la morgue.  Ya para las 11:00 de la noche estaba todo tranquilo y eso provocó que me quedará profundamente dormido. De pronto me despertaron unos ruidos que se escuchaban en la habitación de al lado. Me levanté muy despacio para que no pudieran escucharme, y vaya sorpresa que me llevé, cuando entré estaba Jaime encima de uno de los cadáveres que se encontraban en la plancha, los besaba y los lamía de una manera tan morbosa que hasta la fecha me produce náuseas recordarlo.

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Me le fui a los golpes al ver tan atroz escena y llamé a la policía, cuando llegaron también llegó el director del hospital y me dijo que si no quería perder mi trabajo debía decir que todo lo había inventado yo por problemas personales con Jaime, sé que no estuvo bien mentir para salvar a ese loco, pero necesitaba mi trabajo.

Lo peor de todo es que no fue la única vez que lo vi haciéndolo, en repetidas ocasiones lo he visto mantener intimidad con los cadáveres. 

-¿Qué? le dije sorprendida. ¿O sea que el director sabe lo que hace ese tipo y no hace nada al respecto?, tenemos que denunciarlo. Le dije bastante molesta. 

—Hay hijita, aquí todos sabemos de las andanzas del Jaime si no decimos nada es por temor a que nos corran o que nos acusen de robo como dice Andrés.

El destino del necrófilo

Estábamos tan entretenidos en la plática que no nos dimos cuenta de que nos habíamos pasado casi 20 minutos de la hora de comer, hasta que pasó el doctor dándonos las buenas madrugadas, nos levantamos a toda prisa y nos disponíamos a trabajar, pero muy curiosamente nos mandan a llamar para limpiar los baños de una área que no nos correspondía, yo volteé a ver a la señora Delia bastante confundida, pero ella solo dijo que iríamos de inmediato.

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Le fui reclamando durante el camino el por qué había aceptado si era una área que no nos tocaba y ella solo respondió que lo más seguro era que Jaime estuviera detrás de eso, yo en tono burlesco le dije que qué tenía que ver con que Jaime fuera un loco y que nos pusieran a lavar los baños, era algo totalmente diferente. 

—¿Tú que sabes mensa? me dijo molesta. Este solo esperaba a que se fuera el doctor para meterse con las muchachas. 

Seguimos trabajando en silencio y cuando terminamos fuimos a avisar que ya habíamos terminado.

Estaba todo en completo silencio, cuando me dice doña Delia:

—Ya debe de haber terminado ese cabrón, vamos a ver qué gracia nos dejó ese hijita.

Y vaya sorpresa que nos llevamos, estaba Jaime en el piso, sin poder articular palabra, todo nervioso, con los pantalones abajo, pálido y sin camisa sobre una de las chicas que estaba en el suelo, y otra parecía estarlo abrazando muy fuerte por la espalda.

Corrí a pedir ayuda, y al llegar médicos y enfermeras quedaron horrorizados al ver tal escena, dicen algunas de las personas que lo ayudaron, que tuvieron que quebrar los brazos de la chica para que lo pudiera soltar y por la presión de la mandíbula de la otra afortunadamente perdió el miembro, y digo afortunadamente porque ya no podrá volver abusar nuevamente de alguna otra chica que llegue a la morgue. Ahora entiendo que el doctor Ramírez tenía razón, no solo hay que temerle a los vivos, sino también a los muertos, porque ellos también pueden tomar venganza.

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